SEIS ACTITUDES QUE TIENEN HARTO A LOS PROFESORES EN
EL AULA
Por
León Trahtemberg
Resulta llamativa la columna sobre la
vida universitaria titulada “Seis actitudes que tienen hartos a los profesores
en el aula” publicada en El Mercurio de Chile. Trae los resultados a una
encuesta hecha a profesores universitarios chilenos sobre aquello que más les
molesta de sus alumnos (que se parecen mucho a los hallados previamente en
Colombia según Mauricio Pérez Abril, director del grupo de investigación de
Pedagogías de la Lectura y la Escritura de la Javeriana). Dichas quejas son
producto de la pereza cognitiva de los alumnos y la cultura académica
retrógrada de los profesores y las universidades. Vamos cuáles son los aspectos
en los que hubo mayor coincidencia:
1).
Ley del mínimo esfuerzo: Alumnos preguntan: ¿esto entra para la prueba? (la
idea implícita es que ‘si no, no me importa’). No les interesa aprender.
2).
Miran para otro lado:
Como no leen, su participación en las clases es escasa. No opinan. Hay muchos
minutos de silencio. Ante una pregunta abierta los alumnos miran para otro
lado. La clase es un cementerio.
3).
El móvil es más importante: Mandan mensajes por los celulares disimulada o
descaradamente.
4). Impuntuales y comelones: Comen en clases. Son
muy impuntuales, y se enojan si no se les deja entrar. Pocos alumnos saludan en
espacios no formales.
5). Súbame la nota: Al final del ciclo aparecen
los estudiantes mendigando notas para aprobar las materias, aduciendo razones
extracurriculares o apelando a argumentos emocionales como “soy el primero de
la familia que llega a la universidad” o “con esta nota voy a perder la beca”.
No faltan las chicas seductoras que juegan provocadoramente con sus escotes o
faldas cortas.
6). No alcancé a leerlo: Si no hay prueba, no leen.
Además tienen pobre comprensión lectora. Su actividad intelectual es totalmente
pasiva frente al profesor que les tiene que contar la síntesis de la lectura.
En realidad, la descripción
que antecede es muy similar a la que harían los docentes escolares y forma
parte de la escuela retrógrada que perdió la brújula de los tiempos. El
problema para los innovadores es que tienen que ir contra la corriente frente a
la mayoría de colegios que se aferran al pasado conocido por temor a reinventar
sus quehaceres educativos.
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